Ilustración por Karina Caro G.
Es expatriada y cuando le preguntan ¿y tú qué haces? Ella simplemente responde, mi vida se basa en cada cierto tiempo poner todas las cosas de mi casa en una caja, incluso mis sueños, y llegar a otro país a comenzar desde cero. Pero ahora, que el mundo se paró y entró en cuarenta, se ha dado cuenta que su vida es mucho más que eso, ya que comprendió que al final de todo, es la persona lo que importa, y no el rol que puede llegar a cumplir en el mundo.
Cuando su pareja le dijo que su empresa le ofrecía la oportunidad de ir a otro país a trabajar, a ella le pareció que sería un buen desafío para disfrutar y que sin duda se convertiría en una bella aventura que les permitiría viajar y conocer otras culturas. En su mente estaba la ilusión de ser una turista incansable, ya que hasta ir al supermercado sería una maravillosa experiencia de conocer y descubrir un mundo nuevo. Además, llevar una vida así por un tiempo, no tenía nada de malo.
Pero los meses y los años pasaron, y fue como de la noche a la mañana que se vio envuelta en esa nueva realidad, de verdad era una expatriada, y esa idea de la turista con cámara fotográfica en mano, se había esfumado esa imagen solo quedaba en la mente de sus amigos, amigas y familiares que la recordaban como la chica que lleva una vida genial.
Todo ese tiempo lejos de su país sí lo había disfrutado, como no. Nunca imaginó recorrer el desierto arriba de un camello, tampoco estuvo en su mente la posibilidad de ir a Australia y tener hermosas fotos juntos a los canguros. De todo eso sí estaba agradecida, pero en silencio llevaba una gran batalla, que cuando en su momento quiso aliviarla hablando con sus amigas, no pudo. Para ella le fue difícil entender que su país y sus raíces ya no eran las mismas; y ella tampoco.
No sabía entender todo aquello que le pasaba, eran muchos cuestionamientos que, en ese mundo real absorbido por esa locura de alcanzar la meta del éxito, no cabía. ¿Cómo podía sentir insatisfacción por no poder desarrollarse? si eran muchos o muchas los que soñaban con esa grandiosa oportunidad… vivir de aventuras por el mundo. Sin embargo, ella sentía que no encajaba en esa nueva realidad de ser expatriada.
A veces anhelaba con regresar a lo simple, lo sencillo de pasar una tarde tomando té con algún familiar o simplemente almorzar con aquella amiga que conocía desde pequeña. Pero abría la puerta de su casa y nuevamente se transportaba a su presente, ese que no entendía el idioma; ese que cuando iba al supermercado por bálsamo para el pelo, volvía con crema de cuerpo; ese que cuando necesitaba hacer un simple trámite necesitaba horas e incluso un traductor; ese que incluso odiaba por no sentirse capaz de hacer lo más insignificante.

«La cuarentena le había regalado una nueva oportunidad, entender que ese mundo externo no debía modificar su felicidad, ya que en su interior estaba todo aquello para sentirse plena.»
Hasta que un día llegó la cuarentena a su vida, la incertidumbre la envolvían de miedo, hasta que con el pasar de los días se acostumbró a esa nueva realidad. Luego de un mes entró en una gran transformación, se había dado cuenta que el mundo estaba viviendo su propia expatriación.
Cada persona tuvo que salir de esa locura del día a día para encerrarse en sus casas y comenzar a convivir con esas nuevas limitantes, que para ella eran absolutamente normal. Las cartas se habían invertido, ahora era ella la que escuchaba las historias de sus cercanos lamentándose por no poder abrazar a sus seres queridos, ahora era ella la que tenía que consolar a su amiga por no poder celebrar su cumpleaños junto a su madre, ahora era ella quién intentaba de dar una palabra de aliento aquellos que se angustiaban por no saber qué vendría en el futuro.
Ahora estaba todo absolutamente claro en su cabeza, ya no se sentía débil y tampoco insegura, esa vida de expatriada le había entregado todas las herramientas para sentirse empoderada. La cuarentena le había regalado una nueva oportunidad, entender que ese mundo externo no debía modificar su felicidad, ya que en su interior estaba todo aquello para sentirse plena. Tuvo que llegar una pandemia para entender lo frágil que es la vida, que al final de todo, lo que siempre importa es vivir el presente. Que ya no debía sentir culpa por tener ciertas comodidades económicas, y que tampoco debía sentir pena por estar físicamente lejos de los suyos, ya que al final el cariño bastaría para sentirse cerca de los que más amaba.
Todos y todas cargamos con esa incertidumbre, sólo que para algunos se vuelve silenciosa producto de las actividades y roles que deben cumplir cada día, y para otros como los expatriados, se vuelve más presente, ya que sabemos que llegará el minuto de armar las maletas para comenzar una nueva aventura en otra parte del globo. Ella estaba más consciente que nunca, se había prometido disfrutar del momento, tampoco se castigaría en los días grises o nostálgicos, simplemente se había permitido vivir la vida así, libre y tranquila como siempre debió haber sido.
