Ilustración por Alejandra Aranda.
“Soy una mujer nacida en el siglo XX, estudiar y trabajar siempre estuvo en mis planes, y jamás se me presentó un obstáculo, ni familiar, ni social para llevarlo a cabo. Me titulé con un grado universitario y trabajé por casi diez años en un área desconocida para mí y en esos años poco frecuente dentro de mis colegas. Sin embargo, a pesar de ser muy consciente y segura de mis capacidades profesionales, siempre intuí que el desarrollo profesional en el nuevo país sería una carrera de larga distancia. Lo que no imaginé jamás, todos los demonios y emociones que eso despertaría”.
El aumento de la población femenina en la fuerza laboral ha tenido un gran desarrollo en los últimos 60 años, provocando evidentes avances para la mujer a nivel social y cultural. Pasamos de una época en que una mujer con empleo eran casos aislados, a una en la cual no tenerlo resulta extraño, aun cuando la brecha de participación en la fuerza laboral entre hombres y mujeres alcanza un 25%. En mi caso, no realizar un trabajo remunerado nunca fue una opción, por tanto, renunciar a mi trabajo para emprender una nueva vida en el extranjero, fue la segunda decisión más difícil que tuve que tomar.
Desde el momento en que di a conocer mi decisión de renunciar y la noticia de que partiría a vivir a otro país, comenzaron las primeras preguntas: ¿y que harás allá?. Mi respuesta típica: “no lo sé, lo veré allá, me tomaré un tiempo para pensar, quiero aprovechar el tiempo para mí, es difícil que pueda trabajar en algo parecido tan pronto, ya que la convalidación de títulos es un proceso extenso, etc.”. Sinceramente, yo no tenía absolutamente ningún plan, ni esperanza en lo laboral.
Los recuerdos más intensos que tengo de mis primeros días y meses en España son de la incomodidad que sentía cada vez que alguien me preguntaba: “¿Y qué vas a hacer?, ¿Tienes trabajo?, ¿Entonces vas a estudiar?” y así una y otra vez. Desde el otro lado del mundo, el panorama no era muy distinto, frecuentemente me preguntaban si ya había encontrado trabajo, y como siempre la respuesta era no, ya con el tiempo venía el “consejo no pedido”: “… porque no aprovechas entonces el tiempo para tener un hijo”. Incluso una vez fue tal la poca delicadeza de una persona que ya ni siquiera me preguntó a qué me estaba dedicando, sino que soltó con total liviandad la pregunta: “¿todavía estas de vaga?” (Vago/a: Holgazán, perezoso, poco trabajador)
Desde que me instalé en el nuevo país, poco disfruté, descansé y aproveché el tiempo para mí. Me levantaba temprano, sagradamente, todos los días. Estaba constantemente inventando cosas que hacer, con el tiempo me di cuenta que de manera inconsciente buscaba hacer cosas, para que cuando me preguntaran otra vez por lo que hacía, dar una respuesta con actividades que estuvieran dentro de lo que socialmente conocemos como productivo. No disfruté ni una tarde de estar en el sofá viendo una serie, una película o leyendo un libro, lo hice muchas veces, pero siempre me sentía intranquila, como si estar quieta fuera el peor pecado.

“Finalmente tras meses -un año probablemente- de mucho diálogo interno, pero también externo, de conversar con otras mujeres expatriadas con vivencias similares a las mías, de conversar una y otra vez con mi pareja, con mis amigas, me dije: basta, no tienes por qué exigirte cosas que nadie pide, siéntete libre de hacer – o no hacer- lo que quieras, cuando quieras. Y así lo hice.”
La casa jamás estuvo tan limpia, y al parecer el nivel de limpieza era directamente proporcional con mi enojo, irritabilidad y molestia que sentía día a día. Me aferraba a controlar todo lo que estaba a mi alcance para sentirme tranquila, buscaba la perfección en cada una de esas pequeñas cosas que podía controlar. El problema es que esa sensación era pasajera, al final siempre volvía la incomodidad. Una lucha permanente contra mí y contra los que me rodeaban.
Finalmente tras meses -un año probablemente- de mucho diálogo interno, pero también externo, de conversar con otras mujeres expatriadas con vivencias similares a las mías, de conversar una y otra vez con mi pareja, con mis amigas, me dije: basta, no tienes por qué exigirte cosas que nadie pide, siéntete libre de hacer – o no hacer- lo que quieras, cuando quieras. Y así lo hice.
Desde ese momento comencé a darme cuenta de que toda esa incomodidad que sentía no era responsabilidad de las personas que hacían la odiada pregunta, finalmente era porque todos esos juicios y esas críticas ¡me las hacía yo!. Yo era la que había aprendido a definirme por mi trabajo remunerado, por mi carrera profesional. Yo era la única que me estaba exigiendo y haciendo daño. Me di cuenta que no estaba aprovechando esa oportunidad que tantas veces anhele. Busqué acompañamiento profesional, me di cuenta que había ido acumulando demasiados “debería” a lo largo de mi vida y que necesitaba desprenderme de varios.
También soy consciente que la sociedad aún nos debe a las mujeres un 25% de puestos de trabajo. Mi deseo y esperanza de acceder a un trabajo remunerado acorde a mi calificación no se han ido – aprendí que eso no me hace ni más ni menos, no me define, pero lo quiero- y sé que llegará. Estoy convencida que tanto yo como ustedes, seguiremos avanzando en esta larga carrera y llegaremos a nuestra meta, algunas se reinventarán en el camino, quizá otras empezaremos de cero, pero no nos rendiremos, tenemos la fuerza y el valor porque valentía, coraje y paciencia nos sobra.

Me pasa hasta hoy, siempre trabajé y mucho, pero decidí venirme a Brasil con 46 años y con el nido semi vacío porq mi hijo mayor decidió quedarse en Chile porque ya estaba en la U. Fue muy raro estar desocupada, sin amigas ni familia, pero aprendí que no tengo que justificar mis decisiones, las personas siempre van a criticar así que cerré la versión culposa y ahora disfruto de un emprendimiento.
Hola María Antonieta,
nos encanta esa fuerza y energía que tienes, te felicitamos por todo ese trabajo tremendo que hiciste para reinventarte y aceptarte en esa nueva vida. Claramente no es un camino fácil pero ejemplos como el tuyo nos demuestran que sí es posible. Te dejamos un abrazo grande y éxito en todo.
Muy buen artículo!! Es algo que ocurre a menudo, si tienes hijos también. Que bueno que lo identificaras y compartieras… Me resonó mucho… Gracias. Es liberador
Hola María,
muchísimas gracias por tu comentario. Pues la verdad es que con este artículo nos hemos dado cuenta de que son muchas las mujeres expatriadas que han pasado por esto y han vivido estos sentimientos. Lo importante es visibilizarlos, y en este tribu virtual le queremos dar la importancia y espacio necesario para que juntas podamos trabajarlo y salir adelante. Te dejamos invitada para que estés atenta a los próximos contenidos y actividades. Un abrazo
Si, totalmente te entiendo Maca!
Me paso algo muy similar y fui tan aprehensiva y obsesiva con la limpieza que hasta una tendonitis en mis dos manos me resulto. Mi hija tenia apenas unos meses de edad y me resultaba imposible cargarla y cambiarla, asi que ademas tenia la culpa de no estar haciendo bien lo que debia que era cuidar de mi hija. Tuve que hacerme consciente y poco a poco soltar y dejar ir todas esas auto-exigencias.
Muchas gracias por compartir, excelente tu articulo, me encanto!
Hola Abril,
que increíble a lo que nos llevan nuestras creencias de lo que es «aceptado» como productivo, nos hace tan mal que incluso nos llega a dañarnos fisicamente como nos comentas en tu ejemplo. Que bueno que esa experiencia te sirvió para reflexionar y crear otra forma de ver la realidad, te felicitamos por ello. Te dejamos un abrazo muy grande
Estoy a tres días de empezar un nuevo viaje de expatriada; esta vez con mi marido y no puedo creer la suerte de haber encontrado este artículo y el blog. Me espera una vida sin poder trabajar o estudiar en Europa (por temas migratorios no resueltos aún) y con todas las aprehensiones de estar lejos y sin una red de apoyo que entienda exactamente lo que estoy pasando.
Gracias por tus palabras, gracias por compartir.
Un abrazo.
Daniela querida,
Muchísima suerte en tu nueva aventura, aquí estaremos para apoyarte en cada paso, así que no dudes en escribirnos cuando lo necesites.Confía en ti, todo va estar bien. Te dejamos un abrazo grande y éxito en el camino.